VOCACIÓN

La palabra vocación proviene del latín vocatio, que significa “llamado”; y nos remite a alguien que llama. Es Dios Padre quien nos llama: fuimos llamados a la vida por el Dios de la vida, quien nos creó con un propósito de amor. ¡Él me ama personalmente con un amor eterno! Desde toda la eternidad cuando nadie me conocía y nadie pensaba en mí, Él ya me estaba amando… Y el sentido de mi vida es amarlo a Él y a todos los que me rodean con este mismo amor. Por eso podemos decir que la vocación es un llamado personal de Dios a la plenitud del amor, a la felicidad, a ser sus hijos; en otras palabras, es un llamado a la santidad.

Este llamado es bien concreto: a cada uno, Dios invita a vivir su vida en una vocación específica, que es el estado de vida que Dios tiene pensado para cada persona. Es ese camino, y no otro, el que la hará fecunda. Esto requiere siempre una escucha atenta y una audaz respuesta.

Uno de los objetivos más importantes en la JF es que las chicas descubran y se desarrollen en su vocación específica, sea esta la vocación matrimonial, la vocación consagrada o la vocación profesional.

El llamado de Dios a la vida matrimonial

La vocación al matrimonio es un llamado a vivir en plenitud y en su máxima expresión el amor humano entre dos personas que se eligen para compartir toda su vida con un amor exclusivo. Las mujeres llamadas a esta vocación, viven su amor y entrega a Dios a través del amor y la entrega a su esposo y a sus hijos, fruto de ese amor. La santidad de la mujer casada, dependerá de la calidad y profundidad del vínculo con su esposo, que es para ella un puente hacia Dios.

La hermosura de la vocación matrimonial radica en ser símbolo tangible de la unión de amor entre Dios y nosotros, entre Cristo y su Iglesia.

El llamado de Dios a la vida consagrada​

La palabra consagrar, viene del latín consecrare, que significa “hacer algo sagrado”. La vocación a la vida consagrada es un llamado de amor de parte de Dios a una entrega total e indivisa a Él en cuerpo y alma. La mujer consagrada pasa a ser total pertenencia de Dios, y por eso opta por el estado de vida virginal. Esta consagración total a Cristo responde a una fascinación por Jesús y su novedad, a un estar totalmente enamorado de Cristo y su Evangelio. Es una opción de radicalidad que mueve a dejarlo todo por lo más grande, y a ser fecunda espiritualmente.

Vocación a la vida profesional​

Dios también llama a algunas mujeres a regalar toda su fuerza de amor en su profesión, haciendo así un aporte insustituible a la sociedad, que tanto necesita de auténticas mujeres que entreguen sus fuerzas en los distintos campos de la vida civil. Dios sale al encuentro de estas mujeres en su profesión: allí les regala su amor y les da la posibilidad que desplieguen su impulso creador a través del trabajo. La mujer soltera dedicada a su profesión tiene el tiempo, la libertad y las posibilidades de entregarse por completo en muchos frentes, y de poder desplegar al máximo su capacidad de amor y de servicio. La vocación a la vida profesional, al igual que las otras dos, es una vocación de amor y fecundidad.