BANDERA
DE RAMA

La bandera es una plasmación gráfica de nuestro Ideal de Rama. A través de símbolos profundos representa los mismos valores y el mismo contenido de nuestro Ideal.

Símbolos de la bandera

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Es la mirada de un Dios que es Padre lleno de Amor y Misericordia. Él nos ama con un amor personal y nos elige para una misión original. Porque de Él venimos y hacia Él regresamos, nuestra vida tiene sentido cuando la vivimos en alianza con el Dios de la historia. Vivir en alianza significa descubrir su presencia cercana en los grandes y pequeños acontecimientos de cada día y dar una respuesta concreta.

Y apareció en el cielo una gran señal: una Mujer vestida del Sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1). María es la mujer que está vestida de luz, símbolo de benevolencia de Dios y de la participación en su vida divina. Sobre su cabeza tiene una corona de doce estrellas, imagen igualmente luminosa. María es la vencedora del mal, la que pisa la cabeza del demonio; Ella es la Inmaculada, la sin pecado. María está presente en la lucha como la enemiga perpetua del poder de las tinieblas, Ella es para nosotras señal de victoria. La mujer del Apocalipsis es la misma del Calvario y del Paraíso. Esto es testimonio de la presencia de María en las entregas decisivas de la historia de la salvación.

Como María es nuestra Madre, también nosotras estamos llamadas, con su ayuda, a ser reflejos de su imagen y a triunfar en esta terrible lucha contra el mal. Como María queremos confiar que Dios será siempre el vencedor. Por eso, aún en medio de las dificultades que podamos experimentar, estamos llamadas a vivir alegres en la esperanza y seguras de la victoria. Como Ella, queremos ser mujeres vestidas de Sol irradiando la luz purísima de la Inmaculada y llevando la presencia de Cristo al mundo. Queremos llegar a ser sol para los demás esparciendo la luz sobrenatural que solo puede ser transmitida por la transparencia de un alma en gracia, de un alma que permanentemente está en presencia de Dios. Ser una mujer vestida de Sol es ser reflejo vivo del amor de Cristo y de María a los hombres.

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Simbolizan las manos de nuestro Padre y Fundador, que tocan la tierra como expresión de la misión concreta de nuestra Familia de Schoenstatt en Paraguay; ser “NACIÓN DE DIOS, CORAZÓN DE AMÉRICA”. Sus manos forman el Santuario, que es el taller donde en la fuerza de la Alianza de Amor, la Mater y el Padre nos educan y envían como corazón de la Nación de Dios.

El Padre no pisó tierra paraguaya, pero ya estuvimos presentes en su corazón cuando en los años 1915 a 1917 habló a los congregantes héroes de las reducciones jesuíticas en nuestro país tomándolas como modelo de evangelización y misión. Muchos años más tarde, cuando visitó Posadas, Argentina, uno de sus acompañantes le indicó que lo que estaba al otro lado del río era Paraguay. Ese día él miró tierra paraguaya por primera vez, y desde entonces su mirada paternal y llena de amor nunca nos abandonó, permitiendo que la semilla de Schoenstatt creciera y se esparciera en nuestra Nación con tanta fecundidad. Hoy el Padre dirige su mirada a cada una de nosotras personalmente y nos pregunta: “¿Hija, vienes conmigo?”.

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Es nuestro campo de acción, es el ambiente concreto (casa, colegio, universidad, trabajo, patria, mundo) donde la fuerza de irradiación del sol ilumina la oscuridad del mundo y transforma todos aquellos antivalores que destruyen a la persona y a la sociedad.

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Es el núcleo del símbolo de Rama, ser corazón de la Nación de Dios. Es un corazón de ñandutí, un corazón de mujer paraguaya: mujer fuerte y femenina, generosa y heroica. El ñandutí se confecciona con un solo hilo: nosotras queremos ser auténticas, de una sola pieza. El ñandutí deja también pasar la luz del sol, nosotras queremos conquistar un corazón que no sea absorbente ni egoísta, que no se envuelve en celos, intrigas ni mentiras. Un corazón que, en su pequeñez, deje pasar la luz del Sol de Cristo y de María.

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Es uno de los secretos del corazón de la Nación de Dios, su fuerza de irradiación. Y esto, ¿qué significa? Es ser una personalidad que irradia y conquista por su testimonio vital, fuerte, transparente y coherente. Nuestro corazón debe ser el de la Mujer vestida de sol, la Mujer Sol: María. Ella recibe la luz de Cristo, es la mujer victoriosa que pisa la cabeza de la serpiente. Ella es la Inmaculada que irradia armonía porque el centro de su corazón es Dios. No debemos tener miedo porque nuestra fuerza no está en nosotras mismas, nuestra luz proviene de la Alianza de Amor; por eso conquista y atrae a otros corazones.

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Del sol se irradian rayos. Los tres rayos que tocan la tierra son los tres valores y pilares de la Nación de Dios: la verdad, la justicia y el amor. Son los valores por los que se juega una mujer vestida de sol, corazón de la Nación de Dios.

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Es el motor secreto del corazón. Es una opción clara por conquistar una vida afectiva ordenada y pura. Esta opción hoy en día nos exige renuncias y sacrificios en nuestra autoeducación. Por eso la cruz está unida a la azucena y traspasa el corazón. Es una lucha que cuesta pero que nos conduce a la victoria: ser personalidades auténticas y maduras.

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Es el último secreto del corazón. La cruz tiene la forma de la cruz de la nueva evangelización. Queremos conquistar el mundo para Dios y eso empieza en nuestro interior. La cruz debe primero conquistar nuestro propio corazón para que seamos corazón de la Nación de Dios, porque nadie da lo que no tiene.

“Nuestra bandera tiene que seguir siendo llevada hacia fuera, tiene que ondear en el amplio mundo, para que ella, en todas partes una a los hombres de sol y los envíe a las batallas de la vida.

Los hombres de sol son capaces de librar las grandes batallas del tiempo actual”.

“Queremos llevar nuestra bandera a todas partes, nos anunciará una y otra vez esta palabra...: id y encended el mundo con el fuego de la entrega a la Madre de Dios. Sí, llevamos nuestra bandera por todo el mundo. Nos unimos para todos los tiempos en torno a nuestra bandera, somos una única gran unidad.

Permaneceremos fieles, pues nuestro amor y nuestra gran esperanza es nuestra Madre y Reina tres veces admirable de Schoenstatt. Ella nos guiará a la victoria.”

(Padre José Kentenich)