NUESTRO IDEAL DE RAMA

“MUJER VESTIDA DE SOL,
CORAZÓN DE LA NACIÓN DE DIOS”

Nuestro Ideal de Rama expresa la forma concreta y original en la que estamos llamadas a reflejar la imagen de la Mater.

¿Que significa ser MUJER VESTIDA DE SOL?

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SER MUJER VESTIDA DE SOL ES

Queremos ser un pequeño sol a imagen de María, la gran Mujer de Sol, la Inmaculada, portadora de Cristo, el gran Sol.

Y apareció en el cielo una gran señal: una Mujer vestida del Sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1). María es la mujer que está vestida de luz, símbolo de benevolencia de Dios y de la participación en su vida divina. Sobre su cabeza tiene una corona de doce estrellas, imagen igualmente luminosa. María es la vencedora del mal, la que pisa la cabeza del demonio; Ella es la Inmaculada, la sin pecado. María está presente en la lucha como la enemiga perpetua del poder de las tinieblas, Ella es para nosotras señal de victoria. La mujer del Apocalipsis es la misma del Calvario y del Paraíso. Esto es testimonio de la presencia de María en las entregas decisivas de la historia de la salvación.

Como María es nuestra Madre, también nosotras estamos llamadas, con su ayuda, a ser reflejos de su imagen y a triunfar en esta terrible lucha contra el mal. Como María queremos confiar que Dios será siempre el vencedor. Por eso, aún en medio de las dificultades que podamos experimentar, estamos llamadas a vivir alegres en la esperanza y seguras de la victoria. Como Ella, queremos ser mujeres vestidas de Sol irradiando la luz purísima de la Inmaculada y llevando la presencia de Cristo al mundo. Queremos llegar a ser sol para los demás esparciendo la luz sobrenatural que solo puede ser transmitida por la transparencia de un alma en gracia, de un alma que permanentemente está en presencia de Dios. Ser una mujer vestida de Sol es ser reflejo vivo del amor de Cristo y de María a los hombres.

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SER MUJER VESTIDA DE SOL ES

Si miramos con detenimiento, detrás de esta Mujer vestida de Sol descubrimos el anhelo de ser un “Pequeño Sol”. De hecho, en un principio, la formulación utilizada para expresar el Ideal de Rama fue “Pequeño Sol, corazón de la Nación de Dios”. En el año 2002, el Ideal de Rama se reformuló a “Mujer vestida de Sol, corazón de la Nación de Dios”. Sin embargo, el contenido del Ideal no sufrió variaciones, también en nuestra formulación actual encontramos el valor de la pequeñez, porque para poder irradiar luz, necesitamos sabernos y sentirnos HIJAS de una Madre y un Padre que nos aman en nuestra debilidad. La filialidad es la actitud fundamental de la Mujer vestida de Sol, es el fundamento sobre el cual crecen todas sus demás actitudes. Por el ser filial sabemos que venimos del Amor Infinito, de Dios nuestro Padre, y a este amor respondemos con respuestas de amor. Este amor de Dios se nos manifiesta a través de causas segundas, principalmente a través del amor de la Mater en el Santuario y de nuestro Padre y Fundador. En él reconocemos a un transparente y a un reflejo del amor paternal y misericordioso de Dios, y por eso, tanto en tiempos alegres como en tiempos difíciles, depositamos todo en sus manos, también nuestra debilidad, sin desanimarnos. Somos muy conscientes de nuestra flaqueza, pero nuestro Ideal nos invita a descubrirnos amadas y acogidas en nuestra pequeñez haciendo todo de la mano del Padre, buscando sin descanso su voluntad y dejándonos utilizar por él como sus instrumentos. “En nuestra debilidad está nuestra riqueza”.

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SER MUJER VESTIDA DE SOL

De esta experiencia de filialidad sencilla se quiere alimentar nuestra maternidad porque “sólo puede ser madre aquella que pasó la prueba de la hija.” Ser hogar para muchos significa haber conquistado la madurez de la filialidad que es la maternidad. La Mujer vestida de Sol proyecta su amor maternal hacia los demás, brinda espíritu de Nazaret, crea un ambiente familiar a su alrededor. Refleja la calidez de Tabor con su acogida y entrega, con un amor verdadero que se refleja en muchos detalles como mirar a los ojos, regalar una sonrisa o un saludo… Ella es reflejo del amor paternal de Dios para con los hombres y así se vuelve creadora de personalidades libes e independientes.

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SER MUJER VESTIDA DE SOL ES

Nuestro ideal también nos invita a concretizar esta entrega maternal en el servicio desinteresado a los demás, en la entrega total y absoluta.

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SER MUJER VESTIDA DE SOL ES

La femineidad es otro rasgo muy marcado en nuestro ser de mujeres paraguayas. Una verdadera mujer deja traslucir en todo su actuar, pensar y sentir, su dignidad de hija de Dios. En palabras del Padre Kentenich, nuestra grandeza de mujeres consiste en vivir en plenitud aquello que Dios soñó para nosotras desde toda la eternidad, que podamos ser “toda alma, toda entrega y toda pureza.” Toda alma frente a un mundo preocupado por lo material, por lo terrenal y por las apariencias, toda entrega en contraposición a un mundo egoísta donde cada uno se preocupa únicamente por sí mismo y toda pureza frente a un mundo sexualizado y esclavo de la mentira. La mujer que pueda ser toda alma, toda entrega y toda pureza puede construir un nuevo mundo lleno de Dios, porque su esencia está unida al amor y a la delicadeza, a la sencillez, a la entrega sacrificada y a la incondicionalidad y fidelidad del amor.

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SER MUJER VESTIDA DE SOL

El Sol es fuego que enciende e ilumina porque conoce su gran misión y la asume con seriedad y amor. ¿Cuál es la misión del sol? Es ser enteramente para los demás, en alegre entrega servicial. Esta entrega lleva como estandarte el sacrificio ofrecido en cada momento de nuestras vidas, sacrificio que brinda fortaleza para perseverar a pesar de todo. La valentía ofrece como fruto fecundo la decisión audaz de jugarse del todo y completamente por ser reflejo, luz, llama ardiente para nuestra Patria y el mundo entero.

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SER MUJER VESTIDA DE SOL

Ser sol implica vida auténtica y coherente de verdadera lucha por la santidad. La Mater nos dice cuando sellamos la Alianza de Amor: “tomen en serio su propósito…”, por eso queremos esforzarnos por vivir una vida coherente, radicalmente decidida por los valores del Evangelio. Como el sol “que sale para buenos y malos por igual”, nosotras queremos brillar en toda situación, sea que nos encontremos en un ambiente que comparta nuestros valores, o sea que nos movemos con personas que no nos comprenden. Para todos queremos ser ese sol que ilumina y regala el calor del amor de Cristo y María. Con quién sea que nos encontremos queremos ser una sola, no queremos que en nosotras haya doblez, no queremos cambiar de acuerdo a las circunstancias. Como el ñandutí que está hecho de un solo hilo, la Mujer vestida de Sol no tiene caretas ni pliegues.

¿Qué es la Nación de Dios?

Esta expresión nos remonta a la época de las reducciones. La Nación de Dios era el Reino ideal que los misioneros jesuitas querían construir en las reducciones aquí en Paraguay. El mismo Padre Kentenich hizo referencia a esta expresión y la utilizó para hablar de la comunidad nueva que Schoenstatt está llamado a forjar.

“El Padre Fundador sugirió pues en aquel entonces que se trataran las Reducciones de Paraguay en la Sección Misional. Se debía trabajar sobre la historia, luego el portador – los jesuitas – , luego la organización de las Reducciones. Se debía describir detalladamente la situación y del mismo modo la vida en las Reducciones. Puso también pronto como tarea comparar las Reducciones de Paraguay con la Congregación Mariana. Y ahí ya ven ustedes su idea. El consideraba la Congregación Mariana como “Nación de Dios”, como un Reino de Dios en la forma de una Nación de Dios, una idea que él trata cuatro veces en el “Hacia el Padre” (N° 29, 159, 547, 604). Ustedes lo pueden leer. La “Nación de Dios” es una idea original que llevaba, por decir así, en su sangre, y que él realizó en la Congregación Mariana. Y se ve que los Jesuitas no sólo habían fundado en la Congregación una “nación de Dios en pequeño” sino también en las Reducciones de Paraguay. Ahora se da de inmediato el punto de comparación: “Nación de Dios” aquí, “Nación de Dios” allá.” (De una conversación del Padre Antonio Cosp, Padre Claudio Gimenez y Padre Nicolás Sch. con el Padre Alex Menningen. 11.03.1976. Citada en el libro “De las Reducciones a la Nación de Dios” pág. 57)

Esta expresión de “Nación de Dios” constituye la misión que asumimos como Familia de Schoenstatt paraguaya. Queremos llevar a su plenitud la misión que los jesuitas iniciaron siendo “Nación de Dios, corazón de América” (Misión Nacional del Movimiento de Schoenstatt en Paraguay)..

“Paraguay es Corazón de América del Sur, con una señalada misión de amor, que hoy debe ser recuperada. Misión de redención y de vida, que debe ser cumplida silenciosamente, con espíritu de servicio y conciencia de humildad, calladamente, como el corazón que trabaja día y noche, para revitalizarlo todo. ¿Y qué misión mayor puede tener un pueblo en este Continente, que la de servirle de corazón? Vivir el amor heroicamente, expandirlo obsequiosamente, con toda su fuerza difusiva. Para que ello sea posible, nuestro pueblo -y en particular su juventud- debe superar definitivamente todas las barreras del odio, del egoísmo y de la impiedad. Llegar a la verdadera libertad, que es la de los hijos de Dios, y lanzarse a la recuperación del más auténtico ser nacional. La hora marcada por Dios para el Paraguay será así, la hora del Amor. Hora que anda buscando de nuevo, Adelantados y Misioneros, Capitanes y Místicos. Y como en los tiempos fundadores, cuando surgían ciudades y pueblos que perduran en sus nombres los Misterios de la FE, será otra vez María, la Dama del Alba, vestida de aurora, la dueña de este corazón fatigado de tanto sangrar. Y entonces volverá a comprender el pueblo del Paraguay que el ser corazón, el servir a los demás, es el camino hacia la verdadera grandeza.” (Extracto del libro “De la Reducciones a la Nación de Dios”)

¿Cuándo somos Corazón de la Nación de Dios?

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SOMOS CORAZÓN CUANDO

El pequeño sol quiere ser también corazón de una Nación nueva derritiendo a través de su calor el hielo que existe en nuestra patria. El calor brota de ese ser corazón, que es símbolo de amor y de vida. Habla de una entrega total que es fuente de gracia, de una entrega desprendida y maternal que cuida y regala vida, porque sin sol no hay vida

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SOMOS CORAZÓN CUANDO

Canta poeta, canta a esa pobre mujer que no ha escrito libros, pero ha fundado una Nación.” (Manuel Domínguez, “La mujer paraguaya”) La mujer paraguaya fue siempre el corazón de la Nación. En el cuerpo humano, el corazón no es el que en primer lugar se hace notar exteriormente, sin embargo tiene la importante misión de enviar fuerza a todos los miembros; de él depende que el cuerpo viva. De igual forma el ideal nos estimula a la entrega heroica por nuestra Patria, una entrega marcada en lo cotidiano, en lo sencillo e inaparente, llamándonos a irradiar vida y amor en los ambientes en los que nos toque estar.

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SOMOS CORAZÓN CUANDO

Es el corazón quien marca el ritmo en el cuerpo, del mismo modo queremos nosotras marcar el ritmo de nuestra Nación, convirtiéndola en una tierra que viva bajo el latido de la verdad, la justicia y el amor, que son los pilares de la Nación de Dios. Queremos construir una Nación nueva, auténtica, basada en estos valores y fundamentos firmes.

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SOMOS CORAZÓN CUANDO

El corazón es probado una y otra vez y así se va templando y puliendo… Para que nos asemejemos cada vez más a María, Dios Padre también quiere pulir nuestro amor humano educándonos en el Santuario. Esta educación conjuga cruz y vida, dolor y alegría, y nos transforma en Santuarios vivos que son taller del hombre nuevo y la comunidad nueva. Esta educación, junto con la perseverante oración, nos llevarán a ser un testimonio que conquiste, convirtiéndonos, por nuestros sacrificios, en el corazón que envíe la sangre joven que nuestra Nación necesita.

“Debemos ser portadores de sol, e irradiarlo. Ustedes comprenden la frase: quien pertenece a la guardia de la Inmaculada, ha de ser hombre “de sol”.

Una guardia de la Inmaculada debe ser como la luz del sol para sus alrededores.

¿Hombres de sol? ¿Qué sol? El sol que ha llevado la Madre de Dios, es Cristo. Una joven cristiana debe llevar siempre el sol de Cristo en su interior.

Y este sol debe iluminar todo, no solamente los ojos sino todo el cuerpo. Cada movimiento del cuerpo debería ser- por decirlo así- una aparición del sol que llevamos en nosotras. Sabemos- como nos lo relata la Sagrada Escritura- que de este sol partieron relámpagos.

Cristo, el sol que llevamos dentro de nosotras, debe hacer que partan también relámpagos de nuestro corazón y nuestros ojos.”

(Padre Kentenich, “Llamado a la misión”)